sábado, 31 de agosto de 2013

Cuando falla la envoltura!!


La mayoría de las personas que recibimos un obsequio, lamentablemente no reparamos en el envoltorio, sino al contrario, lo rompemos ansiosos hasta hallar lo que más nos importa, el regalo. Aunque quien nos ha obsequiado seguramente se haya tomado el tiempo y el cuidado de prepararnos el presente de la mejor y más bonita de las maneras.
Siempre pensé en dar el más perfecto, perecedero, y único regalo que solo yo pudiera hacerle a mi hijo, y lo conseguí. Sin embargo me falló la envoltura. Sí, la envoltura. Solo espero que con el paso de los años, él también sea, lamentablemente, como la mayoría de las personas y que le dé más importancia al regalo y no a ese estuche bien cuidado, delicado y dedicado, con su lazo de satén colorido, y en su entorno lleno de mariposas que él se merecía. Espero que entienda que si no lo pude envolver no fue precisamente porque creyera que él no lo mereciera.
Mi hijo tuvo su regalo, sí. Ese tejido vivo e irreproducible aún en los más avanzados laboratorios de todo el mundo. Su envoltura, entiéndase mi regazo, mi pezón, mi piel, mi calor más directo, el ángulo más perfecto de mi mirada…y quizás otras tantas cosas que por inexperiencia desconozco, eso fue lo que falló.

Esta es nuestra historia :
Mamá y papá cruzan el mar y abandonan sus tribus (familiares y amigos), llegando a las Islas Canarias para comenzar una nueva vida con más oportunidades laborales, hasta que deciden formar su propia familia.
Parto provocado/inducido a las 36 semanas. Tras 26 horas, una de las noches más angustiosas de mi vida, (tanto que ni la oxitocina ha conseguido disiparla), y de toda la medicación administrada, llegó al mundo el pequeño Enzo, y pequeño no solo lo digo cariñosamente, 47cm y 2400gr. Mi felicidad era infinita, pero mi ignorancia en cuestiones de crianza, a pesar de ser enfermera, también.
De todos los errores que se cometen en atropello de la lactancia, con vergüenza les digo que creo que me salté muy pocos.

Mis errores (identificados con el paso de los meses):

Permití que me arrancaran a mi bebé de mi pecho nada más nacer. Recién había encontrado mi pezón, cuando tallarlo y pesarlo se convirtió en lo más importante para el personal sanitario, y como es el procedimiento habitual y yo era una ignorante, no me negué.

Permití que la primera noche de nacido mi hijo no durmiera conmigo. En el hospital donde nació existe “el nido”, donde los bebés son vigilados, alimentados e higienizados hasta su alta, que puede ser 24h después del parto, entonces ya se los queda la mamá, si ella especifica que quiere dar LME entonces se los llevan antes, como fue mi caso, pero al llegar la noche ante la insistencia prolongada de una enfermera conocida que alegó que yo necesitaba descansar y que por una noche sin mí no pasaría nada, que lo tendría el resto de su vida conmigo, cedí. El resultado fueron unos biberones cada tres horas en su primera noche de vida.

No entendí “a demanda”. Siendo mi bebé prematuro, estando al límite de peso y habiéndoseme administrado tanta medicación que parte fue absorbida por él, entre ella la epidural durante tantas horas, mi bebé no demandaba alimento, solo dormía. Y como no demandaba y a alguien le oí que los bebés recién nacidos quedaban exhaustos tras el parto y que era normal, pues no lo puse al pecho todas las veces que debí.
Recuerdo que siempre estaba pendiente a que despertara, a que buscara, a que hiciera el más mínimo gesto que me hiciera pensar que tenía hambre para ponérmelo, pero nada, y entremedio pasaban unas 6 horas, ahora sé que era mucho tiempo para él, entonces no lo sabía, ni tenía una tribu que me apoyara, yo estaba perdiendo más de un kilo y medio de líquidos al día y la cabeza me daba tantas vueltas que no me daba cuenta que el tiempo pasaba más deprisa de lo que yo percibía , me sentía muy feliz… pero atolondrada.

Aprendí con un buen golpe que un bebé no puede ni debe esperar. La succión de mi pequeño era débil e insuficiente, se cansaba y se dormía, yo lo estimulaba pero otra vez succionaba y se dormía. Al alta el pediatra me advirtió que al ser mi bebé pequeño seguramente no necesitaría la misma cantidad de alimento que un bebé a término, que no me obsesionara con la comida. Al principio lo intenté pero empecé a sospechar que no se alimentaba bien, e insistía en el pecho una y otra vez con el mismo resultado, succionaba un poco y se dormía nuevamente. En su 3er día de vida lo llevé al centro de salud y comprobaron que estaba hipoglucémico (los niveles de azúcar bajos). Había entrado en un círculo vicioso donde necesitaba comer pero no tenía la energía suficiente para conseguir alimentarse así que a modo de prevención y vigilancia nos tocó pasar 3 días en el hospital donde le dieron más biberones ya que al usar un sacaleches se comprobó que a mí no me había bajado la leche aún, no fue hasta el 5to día postparto que me la noté.
La culpa que sentía no tiene dimensiones, y el sufrimiento al separarme de él, menos aún. Me consideré la peor de todas las mamis y hasta pensé que la culpa la tenía yo por no ceder a darle un biberón a tiempo.

La famosa lactancia horaria también tocó mi puerta. Las recomendaciones al alta fueron un biberón de x ml cada 3h…y ahí dije “Hasta aquí” y comenzó mi transformación de mamá oruga a mamá mariposa. Tenía que hacer algo, no podía quedarme así sin seguir cuestionando todo y a todos, incluidos a mis colegas, sobre la crianza de mi hijo, debía tomar las riendas de una vez…y entonces cometí otro error.

Nosotros no hicimos el amor, lo nuestro fue una triste y patética violación. Del hospital salimos con lactancia mixta, allí me extraía la poca leche (10-15cc por cada seno) que me iba saliendo y se la daba en el biberón. En casa continué haciendo lo mismo. Hice varios intentos de ponerlo al pecho: barriga con barriga, ombligo con ombligo, cabeza recta y en el ángulo adecuado, mi brazo cómodo para evitar el dolor de espalda…estamos listos, ahora el pezón a la boca!!
Estaba tan preocupada por hacerlo bien que anulé mi instinto, mi lado mamífero y salvaje. Las veces que me succionó era una continua pelea contra el pecho, creo que lloraba porque conseguía sacar poco o nada. Además de que me dolía y me aguantaba, otro de mis errores. Para entonces creo que ya tenía la luego conocida confusión del pezón.
Recientemente leí lo siguiente de Laura Gutman: “Todas las madres, absolutamente todas, pueden amamantar a sus hijos. En vez de hablar de técnicas, horarios, posiciones y pezones, vamos a hablar de amor. Amamantar a nuestro hijo nos va a resultar sencillo si nos damos cuenta de que es lo mismo que hacer el amor: al principio necesitamos conocernos. Y esto se logra mejor estando solos, sin prisa. Cuando hacemos el amor con el hombre que amamos, no nos importa el tiempo, ni si el coito dura más o menos de 15 minutos, si estamos más en un lado de la cama o en el otro, si estamos arriba o abajo. No nos importa si lo hacemos varias veces en una hora o si dormimos agotados y abrazados todo un día. No hay objetivos, salvo amarnos. Cuando nace el bebé, el reflejo de succión es muy fuerte. Como su nombre lo indica, tienen el reflejo de buscar, encontrar y succionar el pecho materno. Para ello sólo se necesita que el bebé esté cerca del pecho. Mucho tiempo. Todo el tiempo. Porque el estímulo es el cuerpo de la madre, el olor, el tono, el ritmo cardíaco, el calor, la voz; en fin, todo lo que le resulta conocido. Como en los encuentros amorosos .que de eso se trata, necesitamos tiempo y privacidad. Las mujeres necesitamos entrar en comunicación con el hombre para acceder al acto sexual. No hay ninguna diferencia en el acto de amamantar. El bebé necesita estar comunicado para sentir el contacto y poder succionar, y las mujeres para producir leche y generar amor. Así de simple. Si recordamos que la leche materna no es sólo alimento, sino sobre todo amor, comunicación, apoyo, presencia, cobijo, calor, palabra, sentido... entonces nos resultará absurdo negar el pecho porque «no le toca», «ya comió» o «es capricho». ¿Acaso es capricho cuando necesitamos un abrazo prolongado del hombre al que amamos? Sólo el alejamiento de nuestra esencia nos conduce a pensamientos tan violentos hacia nosotras mismas y hacia nuestros bebés”. No fue hasta entonces que me di cuenta, con mucha pena tengo que decir, del poco tacto que había tenido para con mi bebé.

No pedí ayuda. El mayor de mis errores. Teniendo muy poca ayuda, con malestar general al recuperarme de una preeclampsia, y el hecho de que siempre me ha costado pedir auxilio, disminuyó mis ánimos para salir de casa. Debí buscar la ayuda adecuada, la necesitaba, pero lamentándolo hasta hoy, no lo hice.

De mamá oruga a mamá mariposa:
Después de todos los tropezones, del cúmulo de errores que algún día me perdonaré, continué poniéndome cada, las famosas 3 horas, el sacaleches al pecho. Alimentaba a mi bebé, lo dormía y me extraía para la próxima toma.
Recapitulando y recordando: Nació un 4, pasó del 6 al 8 en el hospital. Para el onceavo día del mes ya solo lo alimentaba con una toma de fórmula de las 8-10 que hacía al día, y sin perder la esperanza continuaba poniéndolo al pecho aunque con muy poco o ningún resultado. Al terminar el mes solo tomaba lactancia materna exclusiva y así se mantuvo hasta los 7 meses en que iniciamos la alimentación complementaria. Las tomas de leche continuaban siendo maternas.
Al extraerme de los dos pechos la cantidad llegó a ser el doble de lo que mi pequeño consumía, entonces comencé a hacer mi propio banco de leche. Conseguí congelar 57 tomas de 150cc cada una, para los curiosos sobrepasa los 8 litros. Llegué a extraerme a diario entre 750 y 800cc y mi pequeño tomaba con el paso de los meses una media de 600-700 al día, muchos días tomaba menos. Dejé de congelar por falta de espacio, no por falta de leche. Para que no bajara la producción después de haber hecho mi banco, la sacaba y la tiraba, una lástima, ya lo sé, pero era el precio a pagar.
Así se convirtió el señor Medela en mi aliado incondicional, siempre disponible para mí. Recuerdo que fueron 4 meses a mi disposición cada 3 horas. Mi bebé comenzó a dormir toda la noche a los 3 meses así que no requería las tomas nocturnas pero yo seguí despertándome en las noches un mes más. A medida que iba aumentando la cantidad de leche que producía fui bajando el número de veces que me extraía, así llegué a producir 180-200cc por cada pecho y ponerme de 3 a 4 veces al día. Mis tiempos con el sacaleches no eran tiempos muertos, aunque pudieron serlo los ocupé en algo productivo y con la distracción pasaba más tiempo que el que necesitaba para extraerme, creo que eso me ayudó a compensar la estimulación que me faltaba de la succión de mi bebé. Así comencé a investigar, a leer mucho. Mientras el sacaleches hacía su trabajo yo conocí a Carlos González, a Laura Gutman, a Rosa Jové y a muchos otros, y me empapé de ellos y cuanto más conocía más deseaba conocer, y pensé con mucha pena que sí, que nos pasamos la vida preparándonos para casi todo, menos para ser padres, debí haberlos leído antes. Descubrí que la forma en que mi instinto decidió criar a mi hijo la llamaban crianza con apego y al conocer esta página pensé en que yo también quería cambiar el mundo J
Alguna vez salíamos de paseo y las horas se extendían hasta la vuelta a casa pero por entonces disfrutaba de los misterios de mi cuerpo, de lo que nadie me había contado, ni siquiera en las clases maternales. Esa sensación de electricidad que producía la eyección cuando se iba acercando la toma me hacía sonreír en plena calle, me sentía viva, me sentía Madre y Mujer. Descubrí que a los 3 meses mis pechos dejaron de inflamarse y de gotear pero que sin embargo seguían produciendo la misma o más cantidad de leche, así que no le di importancia. Luego supe que eso era normal, que muchas mujeres pensaban después de eso que “se les había ido la leche” y tengo que reconocer que si no fuera por el señor Medela, por entonces yo también hubiera caído en ese error.
Después de 7 meses y medio en los que Don Medela y yo hemos hecho todo lo posible por alimentar a mi bebé llega el momento de trabajar, de reincorporarse a la sociedad que tan olvidada tiene las necesidades de los niños empezando por los lactantes. Tocó dejar de cuidar a mi hijo para cuidar a otros unas horas. Además de madre soy enfermera, una realidad que tengo que aprender a compatibilizar. Comienza el estrés de la reincorporación, del abandono de mi hijo, de la conciliación trabajo-casa-bebé-esposo…y no por ese orden. Comienzan los madrugones para sacarme la leche antes de salir a trabajar, las interrupciones en el trabajo una vez cada turno siempre que se puede, alguna vez he vuelto con el sacaleches intacto…comienza a bajar la producción de mi leche también por el agotamiento físico y comienza mi hijo a reclamar mi atención. Me echa de menos, como yo a él. No puede entender que después de horas sin vernos yo llegue de algún lugar y lo bese, lo abrace, lo mime y después lo cambie por sentarme con una cosa amarilla que hace ruido en vez de seguir estando juntos… Para quien da el pecho interpretar cuando desea el niño ser destetado creo, quizás desde mi ignorancia, que sería fácil. No conozco a nadie en mi caso así que aunque al principio me costó hacerme a la idea, pues me hubiese gustado continuar mínimo hasta después del año, he decidido interpretar su necesidad de aprovechar el tiempo juntos como su forma de destetarse, hoy ya suman 9 meses y medio y seguimos Medela, bebé y yo siendo un trío pero ya no me angustio por las cantidades ni los horarios. Siento que más que ese tejido vivo lleno de proteínas, inmunoglobulinas, enzimas, minerales, vitaminas, carbohidratos, grasas, hormonas y nucleótidos, mi hijo me necesita a MÍ. ¡Qué fácil hubiese sido ponerlo al pecho una vez llegada a casa y disfrutar justos ese momento!
Mi esposo, que apenas lo he mencionado, también ha compartido con Medela, nunca nos ha abandonado cuando en las noches su ruido lo despertaba aún teniendo que trabajar al día siguiente. Siendo criado con biberón en pleno boom de las leches de fórmula ha respetado mi deseo de alimentar a nuestro bebé con mi leche. Ha fregado biberones y extractores. Ha continuado con mis tareas cuando me tocaba parar para mi cita con el Señor Amarillo y me ha hecho sentir bien al confiarme que él no hubiera sido capaz de llegar tan lejos. Por todo eso aprovecho para darle las gracias.
Este escrito está hecho para todas, aunque en verdad espero que le sirva a aquellas a las que les ha fallado la envoltura. Yo puedo decir que en este siglo en que vivimos, otra manera más sana y natural que la leche de fórmula es posible, aún cuando paradójicamente sea este mismo siglo y sus avances quienes han puesto más difícil el arte de amamantar.

Yo mientras seguiré esperando mi segunda oportunidad. Algún día seré mamá nuevamente y para entonces, no sé si conseguiré instaurar la lactancia, pero de lo que estoy segura es de que no me permitiré cometer los mismos errores, y si aún así no lo consiguiera…siempre me quedará Don Amarillo y todas mis ganas de alimentar!!
Milexy

viernes, 30 de agosto de 2013

LA COMIDA EN LAS FIESTAS DE CUMPLEAÑOS

Las fiestas de cumpleaños de los niños tal como culturalmente se festejan hoy, son un indicador fehaciente del lugar que le otorgamos a la comida de plástico. Casi todos los niños escolarizados tienen un promedio de un cumpleaños por semana. Ir a una fiesta de cumpleaños se interpreta como el lugar donde llenarse de lo peor de la oferta gastronómica. Y esto no depende de la capacidad económica de los padres, sino de la costumbre. De hecho, es frecuente que en las fiestas haya un apartado con comida de altísima calidad y muy gourmand para los adultos, pero que en la mesa destinada a los niños haya apenas productos de copetín terriblemente salados, golosinas, chicles, seudocereales multicolores repletos de azúcar y las infaltables gaseosas. Los niños se llenan de estos productos demasiado salados o dulces, la rematan luego con la torta de cumpleaños y al finalizar se llevan de regalo unas bolsitas también repletas de golosinas, en caso de que hayan comido pocas durante el festejo.
Todos los niños terminan esas fiestas intoxicados, muchos de ellos vomitan al llegar a casa, sólo para estar nuevamente preparados para el próximo cumpleaños. Y eso que se supone que estamos festejando el aniversario de la vida de cada homenajeado.
                                             
Los padres vinculamos festejo de cumpleaños con papas fritas y “chizitos”, con panchos y gaseosas, y con ruido ensordecedor y excitación, como si eso fuese sinónimo de alegría. Y también suponemos que los niños quieren “eso”. Una vez más, estamos ante una repetida equivocación. Si van a estar solos y perdidos entre la multitud de niños estresados, mejor hacerlo con mucho ruido y comida que tape la angustia. 
                                     
Pero si se les ofreciera un festejo calmo, entre pocos niños conocidos, con alguna actividad creativa, en el que cada niño pudiera estar acompañado, mirado y tenido en cuenta, podrían comer algo sencillo, saludable, en pequeñas cantidades, y además, les gustaría mucho.
                               
Las interpretaciones que hacemos los adultos sin mirar más allá, nos arrojan a un mar de conclusiones confusas y dejan a los niños desprovistos de poder elegir lo que necesitan. 
                        
Casi no se nos ocurren festejos diferentes: los desarrollos de las fiestas parecen “enlatados” como las series norteamericanas de televisión. Y la sistematización de estos encuentros supone servir la peor comida, mientras acordamos entre todos que “eso hace feliz a los niños”. Si pudiéramos detenernos unos instantes y entráramos en contacto con el miedo que nos produce ser honestos con nosotros mismos, y encontráramos una manera personal de hacer las cosas sin preocuparnos por lo que opinan los demás (ese “demás” abstracto donde proyectamos nuestros temores más arraigados otorgándoles un poder extraordinario), quizás sabríamos que a nosotros, lo padres, no nos gustan “esos” festejos.  Que nos aturden. Nos agotan. Nos arrojan a un vacío existencial. Nos alejan de nuestros hijos. Si pudiéramos poner las manos sobre el corazón, cerrar los ojos y relatarles a nuestros hijos cómo nos gustaría celebrar su cumpleaños… seguramente los niños estarían maravillados. Porque hasta ese momento, lo único que conocen como festejo son las vivencias de ruido, soledad y gritos. No se requiere ser demasiado creativos, con detenernos unos instantes y cerrar los ojos es suficiente.


Por Laura Gutman

domingo, 18 de agosto de 2013

LA RAÍZ DE LA VIOLENCIA - 12 PUNTOS (Por Alice Miller)



1) Cada niño viene al mundo para expandirse, desarrollarse, amar, expresar sus necesidades y sus sentimientos.

2) Para poder desarrollarse, el niño necesita el respeto y la protección de los adultos, tomándolo en serio, amándolo y ayudándolo a orientarse.


3) Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable.

4) La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos, reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho.


5) Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad, genocidio), o contra sí mismo ( toxicomanía, alcoholismo, prostitución, trastornos psíquicos, suicidio).


6) Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el título de educación. El drama es que el padre o la madre maltratan a su hijo para no sentir lo que le hicieron a ellos sus propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia.

7) Para que un niño maltratado no se convierta ni en un criminal, ni en un enfermo mental es necesario que encuentre, al menos una vez en su vida, a alguien que sepa pertinentemente que no es él quien está enfermo, sino las personas que lo rodean. Es únicamente de esta forma que la lucidez o ausencia de lucidez por parte de la sociedad puede ayudar a salvar la vida del niño o contribuir a destruirla. Esta es la responsabilidad de las personas que trabajan en el terreno del auxilio social, terapeutas, enseñantes, psiquiatras, médicos, funcionarios, enfermeros.

8) Hasta ahora, la sociedad ha sostenido a los adultos y acusado a las víctimas. Se ha reconfortado en su ceguera con teorías, que están perfectamente de acuerdo con aquellas de la educación de nuestros abuelos, y que ven en el niño a un ser falso , con malos instintos, mentiroso, que agrede a sus inocentes padres o los desea sexualmente. La verdad es que cada niño tiende a sentirse culpable de la crueldad de sus padres. Y como, a pesar de todo, sigue queriéndolos, los disculpa así de su responsabilidad .

9) Hace solamente unos años, se ha podido comprobar, gracias a nuevos métodos terapeúticos, que las experiencias traumatizantes de la infancia, reprimidas, están inscritas en el organismo y repercuten inconscientemente durante toda la vida de la persona. Por otra parte, los ordenadores que han grabado las reacciones del niño en el vientre de su madre, han demostrado que el bebé siente y aprende desde el principio de su vida la ternura, de la misma manera que puede aprender la crueldad.

10) Con esta manera de ver, cada comportamiento absurdo revela su lógica , hasta ahora ocultada, en el mismo instante en que las experiencias traumatizantes salen a la luz.

11) Una vez conscientes de los traumatismos de la infancia y de sus efectos podremos poner término a la perpetuación de la violencia de generación en generación.

12) Los niños, cuya integridad no ha sido dañada, que han obtenido de sus padres la protección, el respeto y la sinceridad necesaria, se convertirán en adolescentes y adultos inteligentes, sensibles, comprensivos y abiertos. Amarán la vida y no tendrán necesidad de ir en contra de los otros, ni de ellos mismos, menos aún de suicidarse. Utilizarán su fuerza únicamente para defenderse. Protegerán y respetarán naturalmente a los más débiles y por consecuencia a sus propios hijos porque habrán conocido ellos mismos la experiencia de este respeto y protección y será este recuerdo y no el de la crueldad el que estará grabado en ellos.

(Por Alice Miller)

viernes, 16 de agosto de 2013

NO MUERDAS A TU MAMÁ! (Por Michel Odent)


Doce Recomendaciones para ser bien amamantado (Con el permiso de Bebés Anónimos)

Elige cuidadosamente tu país de nacimiento. Si naces en Dinamarca, por ejemplo, tienes más posibilidades de ser bien amamantado que si naces en Francia. 

Elige cuidadosamente a tu abuela. Tienes más posibilidades de ser amamantado si tu abuela materna amamantó a sus hijos, en particular a tu madre. 

Elige cuidadosamente a tu madre. Tienes más posibilidades de ser amamantado con facilidad si tu mamá, dadas las circunstancias, pudo traerte al mundo sin medicamentos ni intervenciones.

Muestra desde el principio que sabes lo que quieres. Trata de encontrar el pecho cuanto antes después de nacer; lo ideal sería durante la primera hora después del parto.

Evita los lugares donde hay olores fuertes. No olvides que tu sentido del olfato es la mejor guía que tienes para encontrar el pezón y una de las primeras para identificar a tu mamá.

Pasa mucho tiempo desnudo, en contacto directo con la piel de tu mamá.

Mantén las manos libres, para poder tocar el cuerpo de tu mamá mientras mamas. Existe una conexión manos-boca.

Elige cuidadosamente la cama familiar. Si la cama es baja, tú y tu mamá se sentirán más seguros. Tu mamá no se sentirá dominada por el miedo de que te puedas caer. Si la cama es suficientemente ancha, podrá haber un lugarcito para otros miembros de la familia, por ejemplo, tu papá.

Expresa tus necesidades claramente. Apenas tu mamá se dé cuenta de cuáles son, comenzará a segregar oxitocina necesaria para el "reflejo de eyección de la leche".

Si tu mamá comió algo que no te gusta, demuéstraselo.

Actúa de tal modo que tu mamá tenga conciencia del desarrollo rápido de tu cerebro. Eso puede influenciar su propia alimentación.

No muerdas a tu mamá cuando tus dientes empiecen a crecer.

(Michel Odent)

jueves, 15 de agosto de 2013

JUGUEMOS JUNTOS

Las personas grandes tenemos muchas cosas importantes que resolver. Y cuando se suma la obligación de criar y educar a los niños pequeños, la lista de prioridades y urgencias aumenta considerablemente. Nos preocupa especialmente el futuro de nuestros niños: decidir cuál es la mejor escuela, el mejor estudio de inglés, cómo lograr que sean educados y amables, cómo hallar  soluciones para encarar el problema de los celos por el hermano menor, qué decisiones tomar para que no sufran a causa del divorcio de sus padres o qué médico consultar por las alergias reiteradas. En fin, que la vida se ha convertido en una maraña de preocupaciones, desde que la compartimos con nuestros hijos pequeños.
Son tantas las cuestiones que necesitamos solucionar, que incluso el ocio ha dejado de ser parte de nuestra vida cotidiana, sobre todo para las mujeres que además trabajamos fuera de casa. Ese pequeño espacio de diversión, de no hacer nada, de cantar o de dejar volar la imaginación, ha quedado relegado entre las múltiples tareas atrasadas. Sin embargo los niños -por suerte- aún logran conservar el juego como parte indispensable y constante de  su desarrollo.
Los niños juegan todo el tiempo: Cuando comen, cuando caminan por la calle, cuando observan a los demás, cuando les decimos que tienen que ir a dormir, cuando nos llaman, cuando lloran, cuando están distraídos. Juegan aunque nosotros no nos demos cuenta de ello. Juegan a cada instante en medio de la interacción con la realidad, convirtiendo esa experiencia en múltiples posibilidades para atravesarla.  Transforman de ese modo cada vivencia en muchas otras, indistintamente si son reales o imaginarias, ya que todas forman parte un momento único. Es posible que los adultos no tomemos en cuenta que ellos están dentro de un juego permanente y que desde ese lugar de creatividad y fantasía, nos invitan una y otra vez a acercarnos a ese mágico territorio de ensueños.
¿Por qué no aceptamos la invitación? Porque no nos resulta fácil. Los niños se mueven dentro de códigos que ya hemos olvidado o utilizando un lenguaje lúdico que tal vez ni siquiera hemos experimentado siendo niños.  Jugar nos puede parecer extraño, misterioso o molesto. Y también podemos sentir que es una manera de perder el tiempo. En todo caso, jugar a la par de los niños pequeños, no es sencillo.
Vale la pena subrayar que a las madres no tan jóvenes, nos puede resultar aún más complejo entrar en la lógica infantil del juego. Y también constataremos -si nos observamos y observamos a nuestro alrededor- que  habitualmente  los varones participan en los juegos con mayor entrega y alegría que las mujeres. O sea que podríamos mirar a los varones -quienes con total despreocupación llegan a casa y se ponen a jugar- para aprender de ellos el manejo del ocio y la diversión.
¿Para qué sirve jugar con los hijos? Es la manera más directa de entrar en relación con ellos. Generalmente les pedimos que se adapten al mundo de los adultos,  -cosa que hacen, por ejemplo, soportando largas jornadas escolares-. Jugar con ellos es hacer el camino inverso: nosotros nos adaptamos un rato al mundo de los niños. Parece ser un trato justo.
En ocasiones puede suceder todo lo contrario: que los niños hoy estén tan exhaustos de las obligaciones escolares, tengan tan poco tiempo libre y tan poca vitalidad para explorar el juego y la fantasía -refugiándose en la televisión o el ordenador- que posiblemente las personas grandes queramos ayudarlos y enseñarles a jugar.  Lo cual no está nada mal. Siempre y cuando estemos dispuestos a permitirles desarrollar la inventiva y la ilusión, en lugar de imponer juegos reglados, difíciles de asumir, exigentes y donde el niño, una vez más, tiene que obedecer y en lo posible responder a nuestras expectativas.  Jugar “bien” se parece demasiado a hacer la tarea de la escuela bien, portarse bien y ser un niño bueno. ¡Es decir que en ese caso ya no se trataría de jugar! 
Sin embargo ¿las personas grandes somos capaces de jugar jugando? ¿Qué sucedería si nos dejamos llevar por la alegría y la improvisación, e imitamos lo que de alguna manera los niños proponen? Claro que la “lógica” del juego será diferente a la que estamos acostumbrados, y es posible que nos sintamos perdidos.  El secreto para lograrlo será seguir a los niños, e ingresar tomados de la mano dentro de sus escondites preferidos. ¿Cómo saber si lo estamos haciendo bien? Sólo observando al niño. Constatando si está disfrutando o no. Si estamos intercambiando piedras de colores, o saltando uno sobre el otro, o jugando a las escondidas o repartiendo naipes…sabremos si es el juego adecuado en la medida que el niño esté fascinado. Ahora bien, si quienes estamos encantados con el juego somos nosotros, pero el niño está aburrido, nos hemos olvidado del niño real y estamos jugando con nuestro niño interno. Y eso, lo podemos hacer a solas.
Definitivamente, jugar es una cosa seria. Y algunos niños están dispuestos a enseñarnos las reglas.

(Laura Gutman)

lunes, 12 de agosto de 2013

Lactancia, trabajo, dificultades y triunfo!

Esta es mi historia, mi nombre es Flor tengo 31 años soy de guatemala y despues de 3 largos meses haciendome examenes para poder quedar embarazada por padecer de presión alta y los cuidados que debía tener quedé embarazada dí a luz una bebe hermosa a la que nombramos América María, quien es la luz de mi vida. Mi tormento comenzó cuando debia de darle de mamar, no sabia como y la pediatra me habia dado indicaciones el segundo día de haber dado a luz poco me acuerdo del cansacio que tenía. cuando llegue a casa no sabia como darle de mamar me dolia tanto cuando ella succionaba que me hacia llorar, compramos unas pezoneras pero no logre darle de mamar sin dolor, la pediatra nos indicó que formula darle a la bebe para alimentarla pues pasó varios dias llorando sin querer comer. despues de eso me dijo la pediatra que Ame, era alergica a la proteína de la leche tuve una dieta rigorosa. Tuve que regresar a trabajar a los 38 días de haberla dado a luz con cesárea, me iba al trabajo en bus colectivo tenia miedo de golpearme o que me pasara algo siempre se siente la sensacion de no estar aun bien. Antes de irme a trabajar me sacaba leche para que se la dieran mientras no estaba en casa, no me dieron hora de lactancia trabajaba casi 9 horas al dia, lamentablemente mi nena ya no quizo mamar solo queria pacha (mi nena ahora tiene 1 año 5 meses) nadie me dijo como darle de mamar ni que hacer para seguir dándole. Las frustraciones vinieron fueron dias llorando por que Ame no queria mas mamar, me sacaba leche cuanto podia aprox de 11 a 12 onz diarias para poder dejarle sus pachitas del dia (biberón), fue una etapa dolorosa y muy agotadora, pero con tal de que ella tomara mi leche valia todo el esfuerzo, igualmente tomaba un par de pachitas de formula. Me saqué leche hasta que cumplio 8 meses, mi producción iba bajando radicalmente. ahora que veo tantos datos importantes de darle leche materna y como dar de mamar me quedo asombrada y pues triste por que en su momento no tuve esta información. No se si estar feliz por haberle dado leche aunque no quizo recibirla directamente de mi (valla si no trate y trate) o frustrada por todo lo que pasamos. Ahora es otra nuestra historia la critica de la familia que quieren que America ya camine y hable y que deje pañales por que sus bebes ya lo hacen. Mi forma de ser es callada y reservada. Me ha afectado muchisimo no hablar de esto ya que en Guatemala es un pais donde las mujeres deben dedicarle todo su tiempo a sus hijos quedarse en casa aunque sea precaria la situación económica. Yo amo a mi nena, trabajo y le dedico esas 4 horas despues del trabajo al mil porciento no me importa cuanto se tarde en hablar y en dejar el pañal, dormimos los 3 abrazados, mi prioridad es que Ame sea una bebe feliz.

Mil gracias por su atención y perdón por el desahogo.

Flor de María